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  • Departamento de Filosofía

8M, Muy Necesario; por Eva Teruel, de 2º Bach.

Es cierto que de un tiempo a esta parte, la sociedad española ha mejorado mucho, pero sigue habiendo muchas cosas que cambiar.

Por un lado, los roles de género existen en nuestra sociedad; están implantados por el patriarcado y afectan tanto a hombres como a mujeres. Para ser consciente de ello, sólo hace falta echarle un vistazo al patio de vez en cuando: ¿Quiénes están sobre las pistas deportivas? ¿Quiénes están utilizando las mesas de ping-pong? y ¿realmente esto es porque no hay chicas a las que les interesen los deportes?

El papel de las mujeres como modelo, como referentes, es muy importante. A las mujeres se nos ofrecen modelos que "representan el ideal de belleza", modelos prácticamente esqueléticas que no representan a la mayoría de mujeres. Las mujeres queremos ser visibles, convertirnos en modelos para otras mujeres, pero ocupando altos cargos de la economía o la política; queremos ser mujeres científicas, deportistas, militares, trabajadoras, independientes. Los modelos sociales son muy importantes. Cuando todos estos modelos son hombres es más complicado para las chicas (y más a edades tan vulnerables como éstas) aspirar a algo más. Necesitamos ser visibles.


Por otro lado, se nos ha inculcado desde pequeñas una idea equívoca de lo que es el amor, según la cual necesitamos ser rescatadas por los hombres, y hace que pensemos que no nos valemos por nosotras mismas, que nuestra vida depende de otros. Queremos una relación sana con hombres y con mujeres, una relación entre iguales, en la que nadie mande sobre el otro. Nadie, repetimos, nadie, tiene derecho a imponernos a las mujeres cómo nos debemos vestir, con quién podemos hablar o cuándo tenemos que salir. Y esto vale, sobre todo, para la adolescencia, periodo en el que necesitamos autoafirmarnos y creer en nosotras mismas para tener criterio propio.


Las mujeres queremos decidir sobre nuestras relaciones sexuales y sobre nuestro cuerpo sin que la sociedad nos califique como “guarras” o “rígidas” por nuestras relaciones amorosas. En definitiva, queremos decidir libremente sobre nuestras vidas, como lo puedan hacer los hombres.

La igualdad entre mujeres y hombres no es una cuestión de género sino de número; no es un asunto de mujeres. Es una cuestión que afecta a todas y a todos. Cuantas más y cuántos más seamos, mayor será nuestra fuerza para reivindicar la igualdad entre mujeres y hombres y precisamente por ello el feminismo no debe excluir a nadie.


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