Admiramos la belleza de una flor.
Egoístamente la arrancamos.
Queriéndola hacer nuestra.
Sin darnos cuenta de que la flor es bella en su lugar.
Poseyéndola, como si nos perteneciese.
Sin darnos cuenta de que si lo haces esta morirá.
Dejará de ser lo que amas.
Amar no es poseer. De tal modo, al admirar y amar una flor no la arrancamos.
El amor no es posesión.
El amor es apreciación.
El deseo desmesurado propicia a la posesión y obsesión.
Por Irene Ruiz, 2º de bachillerato
Precioso